Como era habitual, cada mañana salían a volar.
A mi también me costó meses lograr aprender- le mentía su madre para que siguiera esforzándose.
Todas sus hermanas ya habían aprendido, pero ella, que nació con una pequeña deformidad en el ala, no conseguía mantener un vuelo constante.
La madre, una paloma mensajera experimentada, sabía que si no conseguía aprender a volar, en los próximos meses sería sacrificada.
-Si sigues intentándolo, serás la paloma más conocida que jamás haya existido, le recordaba cada mañana.
La pequeña, ajena al futuro que le esperaría si no lograba alcanzar el vuelo, se preocupaba cada día de hacerlo lo mejor posible.
– Si te esfuerzas al máximo, nadie podrá quitarte la satisfacción de haber dado lo mejor de ti. Además, nunca sabes qué es lo que puede pasar.
Pasaron meses saliendo cada mañana a volar hasta que finalmente llegó el día decisivo, el día en el que tendría que demostrar si podía convertirse en una paloma mensajera.
La prueba consistía en volar desde lo alto del castillo hasta una pequeña iglesia cercana. Si durante el vuelo los guardianes consideraban que era válida, no ocurriría nada. Pero si notaban alguna debilidad, dispararían sin pensarlo dos veces. Así era como estaba ordenado.
Sus hermanas lograron alcanzar la iglesia sin que sonara ningún disparo.
Al legar su turno, la madre le recordó que nunca había visto a nadie volar como ella y que pasara lo que pasara siguiera volando.
Alzó el vuelo y durante los primeros metros parecía que lo iba a conseguir.
La pequeña paloma estaba disfrutando del vuelo. Es cierto que había aprendido un poco más lento que las demás, pero eso no le impedía creer su vuelo sería siempre recordado.
De repente.
Se escuchó un disparo y su vuelo se detuvo en seco. El perdigón atravesó su corazón y cayó fulminada desde el cielo.
Con tan mala suerte de caer justo cuando el rey estaba a punto de beber de su copa de vino en mitad de una cacería. Indignado, al ir a recoger la copa rota, pudo darse cuenta de que había intentado ser envenado.
Y en honor a esa paloma que había caído del cielo salvándole la vida. El rey ordenó que se hiciera una ley, para que nunca más, nadie volviera a disparar a una paloma.